Había una vez una pequeña
niña que corría por la maleza de un campo muy verde. La niña corría y corría
sin rumbo fijo. Los lugareños la veían correr desde hacía unas horas. Sin
comprender porque corría, los más aguerridos decidieron seguirla para entender
el porqué de su carrera sin fin.
El más pequeño de todos,
el más veloz, llegó con su marcha a la altura de la niña. Ésta iba vestida con
telas de diferentes colores, que volaban con el viento. Toda ella era luz y
color, por su semblante no parecía que el cansancio hubiere hecho mella en
ella. Sus facciones eran propias de un
ángel, gran sonrisa y ojos vivarachos, enormes y de un color azul muy intenso.
El pequeño muchacho la
miró fijamente sin dejar de correr, entonces fue cuando sucedió. . .
No hay comentarios:
Publicar un comentario